Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es el acceso al agua limpia y a los sistemas de saneamiento.
Este ODS, el número 6, cuenta entre sus metas para 2030:
– Mejorar la calidad del agua reduciendo la contaminación, eliminando el vertimiento y minimizando la emisión de productos químicos y materiales peligrosos, reduciendo a la mitad el porcentaje de aguas residuales sin tratar y aumentando considerablemente el reciclado y la reutilización sin riesgos a nivel mundial.
– Aumentar considerablemente el uso eficiente de los recursos hídricos en todos los sectores.
– Implementar la gestión integrada de los recursos hídricos a todos los niveles.
Y es que el agua es un recurso vital y esencial que afecta a aspectos como la salud y el bienestar, la producción y el consumo responsables o la acción por el clima.
Por esto es imprescindible una gestión circular de este recurso, para asegurar su disponibilidad, más aún en países como España, señalado por los informes del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) como punto caliente del calentamiento global.
Una adecuada gestión del agua permitirá garantizar su disponibilidad durante los periodos de tensión hídrica y estabilizar el suministro necesario, no solo para la actividad industrial y agraria, sino también para asegurar el abastecimiento alimentario.
Los principios de circularidad aplicados a su gestión convierten a la reutilización en una solución óptima.
El agua reutilizada puede aprovecharse con diversos fines, como pueden ser los productivos, principalmente agrícolas, u otras iniciativas innovadoras como los programas de prevención y extinción de incendios forestales.
Medidas sobre la gestión del agua basadas en la circularidad, y que incluyan también la reducción del consumo, son importantes para asegurar la disponibilidad de este recurso y fomentar la resiliencia al cambio climático.
España es el segundo país de Europa con mayor huella hídrica
La producción de alimentos requiere del consumo de grandes cantidades de agua.
Un consumo que, según lo indicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la convierte en responsable del 70% de la huella hídrica a nivel mundial.
Esta huella hídrica hace referencia al volumen de agua dulce total usada para producir los bienes y servicios que habitualmente consumimos (como individuo, comunidad o empresa) y sirve para tomar conciencia del consumo de agua que necesitamos en nuestras actividades.
Se trata de un indicador medioambiental que se utiliza de base para conseguir una gestión más eficiente del agua.
Si nos fijamos en los valores de este indicador por países, nos encontramos con que China, India y Estados Unidos son los países con mayor huella hídrica del mundo, acaparando el 38% del consumo de agua. En el caso de España, aun tratándose de un recurso cuya gestión es clave al ser el país más árido de la Unión Europea, la posición que ocupa no resulta alentadora.
España es el segundo país, después de Portugal, con mayor huella hídrica de Europa.
Esto se traduce en un consumo de 2.461 m3 de agua por habitante al año o el equivalente a gastar 6.700 litros por persona y día.
Un consumo que se da, en gran medida, en el sector agroalimentario de amplio desarrollo en el país y sobre el que resulta imprescindible realizar una gestión circular del agua.
Biogás y digestatos para una gestión circular del agua eficaz y sostenible
La producción de cualquier alimento necesita una gran cantidad de agua. Así, por ejemplo, se requieren 15.400 litros de agua para producir 1 kilo de ternera o 8.700 litros para 1 kg. de cordero.
Esta agua consumida acaba como agua residual con alto contenido en materia orgánica (lodos y efluentes contaminados con grasas, proteínas, azúcares, almidones, etc.) que puede ser tratada mediante procesos de digestión anaerobia para su valorización.
La digestión aerobia va a permitir su aprovechamiento para la obtención de biogás, que puede abastecer de energía eléctrica o térmica a la propia industria agroalimentaria (autoconsumo) o bien depurarlo a biometano (upgrading) para su uso como biocombustible o su inyección en la red gasista.
Este tratamiento de las aguas residuales puede realizarse en plantas de codigestión, donde se mezclan residuos orgánicos de diferente origen, mejorando la eficiencia de la producción de biogás.
Además, la digestión anaerobia también genera otro subproducto, el digestato que puede ser tratado para la recuperación de nutrientes (fertilizantes y enmiendas orgánicas) y agua depurada para riego u otros fines.
La fracción sólida de este digestato puede someterse a procesos de compostaje y la fracción líquida, a tratamiento físico-químico para la eliminación de sólidos y de grasas, desgasificado de amoniaco (stripping), tratamiento biológico por fangos activos para la oxidación de la materia orgánica y ultrafiltración mediante membranas poliméricas para conseguir un efluente de alta calidad para su reutilización.
De esta forma, con la valorización energética de las aguas residuales generadas por la industria agroalimentaria para la producción de biogás y el tratamiento de los digestatos, se consigue disminuir la huella hídrica, al tiempo que las emisiones de gases de efecto invernadero (huella de carbono).
Un proceso que implica una gestión circular de los residuos orgánicos y del agua de forma eficaz y sostenible.
En nuestra línea de negocio Genia Bioenergy queremos dar impulso a este modelo de gestión circular en el sector agroalimentario, ofreciendo un servicio integral para la generación de biogás y biometano.